Desarmando un sueño, desmontando una ilusión


Ya han pasado unos cuantos meses desde aquel día en que perdí a mi niño, mi hijo. Mi cuerpo físicamente ya se ha recuperado, ya no necesito los cuidados médicos, (tras el aborto que sufrí), desde hace varias semanas o quizás algo más, no lo sé, no lo puedo precisar. Me miro al espejo y sí, veo la misma figura de antaño, sin embargo me siento extraña, me cuesta reconocerme, sí soy yo, pero no, algo en mí es diferente.
Me siento desubicada, como si una parte de mi vida no la hubiese vivido sino soñado. Intento enlazar una y otra vez mis recuerdos, entender lo que ha pasado, encontrar una lógica a lo acontecido, pero por más que me esfuerce no hallo explicación. En mi mente una y otra vez aparecen flashes de lo sucedido y en mi cabeza sigue el eco de aquel doctor:  "Has tenido un aborto espontaneo, ya lo hemos resuelto."
Estoy aparentemente sana, pero me falta fuerza para mantenerme en pie, desde hace meses un tremendo cansancio se apodera de mí y entro en un dulce letargo que me ayuda a descansar, una ansiada tregua en esta ardua tarea de comprender.
Me siento un cuerpo andante. No sé, ni me interesa la hora y el día, ¿qué sentido tiene si mi reloj se paró aquel día? Mis amigos, conocidos, mi propia familia, se esmeran en hacer retroceder mi vida al tiempo previo a mi embarazo, es como si el mismo, ahora  fuese un tabú. Es como si ellos hubiesen vivido o viviesen una  realidad diferente. A veces finjo escucharles, respondo con simples gestos o con frases que les reconfortan, me comporto de igual modo que una actriz en una obra de teatro. Si un teatro, es en eso en lo que se ha convertido mi vida, hago y digo lo que a todos le gusta oír y ver, escondiendo mi verdadero infierno interior.
Desde que regrese a casa, tras la pérdida de mi hijo, necesito ver y tocar todo aquello que yo tenía preparado para él, me ayuda  a diferenciar que lo ocurrido es real y no un mal sueño, me recuerda que ÉL existió. La soledad es ahora la mejor compañera. Ella  me permite mostrarme tal cual me siento, con ella no tengo que disfrazar mi realidad sino que puedo  y me ayuda a digerir toda su crueldad. En soledad la rabia y el dolor por perder a mi hijo salen, fluyen sin ningún condimento, y yo tengo  libertad para expresarlas y llorar sin reprimirme, sin miedo a ser juzgada.
Las ecografías (sus fotos), los peluches, todo aquello que con mimo iba colocando me recuerdan aquella ilusión, la alegría y la felicidad que el me regaló en su corta vida y existencia. Ilusión alegría y felicidad que hasta hoy nada ni nadie ha vuelto a despertar en mí. Si añoro por tener esa felicidad, muero por tener a mi hijo entre mis brazos, en cambio solo tengo objetos inertes a los que abrazar y con los que llorar cuándo y cuánto necesite.
El silencio, otro gran aliado, ¿cuántas conversaciones conmigo misma ha escuchado?. Muchas. Me ayuda a  aclarar mis pensamientos, a reconciliarme conmigo misma.
Sin embargo y a pesar de cuanto necesito ver y abrazar "todas sus cosas", a medida que mi cuerpo iba recuperándose, mi pareja, mi familia e incluso algunos amigos comenzaron a insistir en la idea que ya era tiempo para deshacerme de todas ellas, que era tiempo de olvidar lo que pasó, de volver a mi vida anterior.
¿Cómo puedo olvidar lo que pasó?. Sinceramente no puedo.
Desde hace meses siento que aquel día  que perdí a mi pequeño estallé en mil pedazos, que ahora no soy capaz de ordenar  de una manera que me permita vivir. A veces siento el corazón desbocado,  lo siento oprimido, siento que me falta el aire. A veces siento ganas de correr,  de gritar, otras en cambio siento mi cuerpo como una losa de mármol duro y pesado casi imposible de mover.
¿Cómo puedo deshacerme de sus cosas que es lo único que me ayuda a recordar que Él fue real y no una fantasía?. Sé que algún día más tarde o más temprano deberé hacerlo, pero sé que eso significa  "un adiós", para el que aún no estoy preparada. Sé que ellos tienen su parte de razón, que algún día deberé hacerlo, que algún día deberé retomar mi vida, pero ahora ni puedo ni sé como hacerlo. Simplemente les pido tiempo, paciencia y cariño.
Llevo semanas intentando guardar sus cosas, pero he sido incapaz.  Mi pareja se ofreció a ayudarme en varias ocasiones, pero simplemente verle guardar sus cosas en cajas me angustió sobremanera, ese simple gesto reavivó la angustia y desesperación de los primeros días, de las primeras semanas. Fue volver a perder a aquello que más he querido y sigo queriendo, mi bebé, mi hijo.
Una noche de insomnio más, pero ésta ha sido distinta. Hoy me he pasado parte de la noche en su cuarto, con sus cosas pero mi ánimo ha sido diferente y es que viendo sus cosas y teniendo claro que  no podrán seguir ahí  como si  de un museo se tratase, mi mente ha empezado a desvincularse de alguna de ellas, así  que  ¿por qué no ir haciendo mi despedida poco a poco, con aquellas cosas menos relevantes para mi?
Sentada en el suelo al lado de la caja que lleva esperando semanas para llenarse,  he comenzado a mirarlas una a una. Mi vista se ha detenido en un punto. Sí, en aquellos juguetes que nos fueron regalando para cuando ya tuviese unos meses: un piano primeras pataditas, una mantita de juegos.... Me sorprende a mí misma. Esas cosas estaban  casi olvidadas y apenas han despertado en mí emociones, el motivo no lo sé, pero guardándolas en la caja  he acabado sintiéndome bien.
Con los primeros destellos de luz, la puerta de la habitación se abre y aparece mi esposo. Me mira, me sonríe y me pregunta:¿te ayudo cariño? Con firmeza pero agradeciendo su amabilidad le contesto: No gracias, quiero elegir yo el qué y cuándo guardarlas, y qué hacer con ellas.
Está bien, cariño. Me responde acompañando sus palabras con un fuerte abrazo que me hizo sentir todo el calor que desde hacía meses no sentía porque no me creía comprendida.
Sé que este paso es irreversible, sé  que es el primero de otros tantos, pero me siento segura y conforme con ello y lo más importante me siento en paz conmigo misma, porque lo haga como lo haga  sigo y seguiré  queriendo a mi hijo: "mi pequeño amado".

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